Algunas palabras acerca del montaje policial que afecta a 14 jóvenes detenidos la noche del 11 de septiembre en Villa Francia
Luego de la noche del lunes 26 de agosto en donde desconocidos quemaron tres microbuses del Transantiago, las fuerzas policiales por fin lograron tener la excusa perfecta para intervenir con total libertad Villa Francia. Decenas de efectivos policiales provistos con armamento de guerra fueron apostados en diversos puntos de la Avenida 5 de Abril, mientras blindados y vehículos policiales realizaban patrullajes constantes en las calles y pasajes del interior de la población. La revisión de vehículos particulares, los “controles” selectivos de identidad preferentemente a jóvenes, el desvío de la locomoción colectiva a partir de las 18:00 horas, fueron solo algunas de las medidas especiales que implementó el gobierno para impedir que se efectuarán manifestaciones alusivas a los 40 años del Golpe Militar, tanto en Villa Francia, como en diversos “puntos conflictivos” de la capital. La provocación era evidente; para muchos era volver a experimentar la atmósfera de los más oscuros años de la Dictadura.
Durante el miércoles 11 de septiembre, desde muy temprano un desproporcionado contingente de fuerzas policiales comenzó a hostigar a la población. Sin embargo, muchas y muchos vencieron el miedo y la resignación, participando cada cual a su manera, en diversas actividades conmemorativas programadas para la jornada. Los árboles de la población fueron durante el día adornados con cintas negras en señal de luto y en el bandejón central de la Avenida 5 de Abril figuras humanas de cartón recordaban los nombres de los detenidos desaparecidos de Villa Francia. Yo, junto a unas 400 personas más, asistí al acto que se realizó en la Plaza Padre Mariano Puga y a la posterior marcha-velatón que concluyó pasadas las 21:20 horas en la intersección de Quemchi con 5 de Abril.
Cuando comenzaron los enfrentamientos, junto a varios vecinos retrocedimos, resguardándonos del fuego cruzado y ahogados por el gas lacrimógeno hacia las cercanías de la intersección de Los Valles con Quemchi, a varios metros de donde se desarrollaban los choques con las fuerzas policiales. Junto a un nutrido grupo de vecinos de las casas del sector nos encontrábamos observando a una distancia prudente el desarrollo de los hechos. De esta forma yo estaba “haciendo un poco de tiempo”, esperando que la situación se calmara, para así poder llegar a mi hogar, el cual se encuentra ubicado a escasas 4 cuadras, pero cuyo camino estaba repleto de efectivos de Fuerzas Especiales de Carabineros. Es en medio de este panorama en que se produce el ingreso a pie de varios piquetes de “Equipos de Intervención Focalizada” de las Fuerzas Especiales, desde “atrás de la Villa”, sorprendiendo sobre todo a la gente que se encontraba fuera del perímetro en donde se desarrollaban los disturbios. Al percatarme que estos efectivos estaban provistos de escopetas y subametralladoras uzi, y que no dudaron en disparar a quemarropa a quien se interpusiera en su camino, es que intento correr junto a un vecino de edad mayor hacia la intersección de Los Bosques con Quemchi. Antes de llegar a la esquina me cierra el paso de frente un carro lanzagases e instintivamente salto al jardín de la casa que tenía a mi izquierda. Al poblador que corría junto a mi lo golpean brutalmente en el suelo y luego lo dejan ir, mientras tanto a mi me encañonan con una escopeta, entran al jardín de la casa y me sacan a punta de golpes. Posteriormente me arrastran unos metros más, mientras me siguen dando golpes de toda clase y profiriendo amenazas, hasta que de pronto se dan cuenta que de uno de los departamentos del block que está a tan solo unos metros alguien los está filmando. Ante la cámara se calman un poco y me suben a un carro lanzagases, donde continúa la golpiza, para posteriormente subirme a un vehículo de traslado de detenidos, en donde un policía intenta asfixiarme y luego me da un puñetazo en la nariz, que a esa altura ya había emanado bastante sangre. Cálculo que son cerca de las 21:40 horas.
En pocos minutos el carro se encuentra atiborrado de detenidos y detenidas. Todos somos golpeados y amenazados con que seremos “cargados”; a mi incluso me marcan con una “x” la mano. Ninguno de los jóvenes que suben al vehículo viene encapuchado o porta bombas molotovs. Notamos que el viaje es mucho más largo de lo que debería ser, ya que suponemos tendrían que llevarnos a una comisaría de la comuna de Estación Central. Finalmente llegamos a la 33 comisaría de la comuna de Ñuñoa. 6 detenidos presentamos heridas de diversa consideración, 2 de ellos más graves; un joven recibió un tiro de escopeta a pocos metros de distancia por la espalda y a otro le abrieron la cabeza a punta de golpes con una uzi. Poco les importó a los policías que se estuviesen desangrando y recién pasadas las 2:00 de la madrugada fuimos trasladados a constatar lesiones. Yo quedé policontuso, las principales y más notorias lesiones se localizaron en la nariz, la rodilla izquierda y mi pie derecho. El joven que recibió cerca de una cincuentena de perdigones fue trasladado de urgencia a un hospital y posteriormente dejado en libertad debido a la gravedad de sus heridas.
Del total de detenidos, 14 fuimos separados del resto, acusados de “delitos especiales”: 9 hombres y 5 mujeres. En frente nuestro, sin ningún pudor, los Carabineros empiezan a amontonar cócteles molotovs, ropa oscura, guantes, bolsos y mochilas (elementos que recién “aparecen” en el patio de la comisaría). Ahí nos queda claro que su intención era a toda costa vincularnos con dichos objetos; en palabras simples “cargarnos”. Luego, nos realizan peritajes en nuestras manos y espalda, en busca de hidrocarburos. Por fin, cuando ya es de día, nos sacan del patio y nos encierran en los calabozos. Así, comenzaba a orquestarse un nuevo montaje policial.
Luego de casi 24 horas transcurridas somos llevados al Control de Detención, en donde finalmente nos enteramos de los cargos que la Fiscalía nos imputa: desórdenes graves, porte de arma (molotovs) y atentado a la autoridad. En mi caso, la Fiscalía me adjudica cumplir el rol de “facilitador” de bombas molotovs y afirma que en un bolso de color azul portaba 3 de estos artefactos más 8 mechas. Además, asevera que vestía ropa de color negra y me encontraba encapuchado al momento de mi detención; cuando en realidad vestía un polerón de color plomo –que aún tiene manchas de sangre de la golpiza que me propinaron-, una chaqueta de color verde, un pantalón de color azul y un banano, y que por cierto, estaba a cara descubierta (tal y como aparece en imágenes del noticiario 24 Horas central del día jueves 12 de septiembre en el minuto 6:45). Así, las únicas “pruebas” presentadas por la Fiscalía eran las declaraciones realizadas por Carabineros, efectuadas en “partes tipo” irrisorios, que eran casi una copia textual uno del otro. El juez no cayó en el juego y ante la inexistencia de algún argumento de consistencia que nos vinculará a los hechos que nos achacan decretó nuestra libertad con firma mensual durante los 70 días que durará la investigación. Y lo más importante, es que durante esta audiencia se decretó mediante una resolución judicial la ilegalidad de nuestras detenciones, las que evidentemente fueron al azar y no la finalización de un “minucioso trabajo de observación” de las fuerzas policiales.
El martes 17 de septiembre, nuestros abogados de la Defensoría Popular nos informaron que la Fiscalía había apelado a la medida cautelar, pidiendo prisión preventiva, y que la apelación sería revisada a las 11:00 de la mañana del sábado 21 de septiembre por la Octava Sala de la Corte de Apelaciones. En los alegatos la Fiscalía presentó los resultados preliminares de los peritajes realizados por la Labocar, los que arrojaron la inexistencia de restos de hidrocarburos en la totalidad de manos y espaldas de los 14 imputados e imputadas, cuestión que la Fiscal trató de pasar por alto, ignorando un elemento fundamental que corrobora que todo esto se trata de un montaje policial más. Finalmente la Octava Sala determinó que los 14 imputados debíamos permanecer con arresto domiciliario total, situación que se mantiene hasta el día de hoy.
Hace cerca de 7 años que vivo en Villa Francia y hace casi una década que me he vinculado y participado activamente de diversas iniciativas populares del sector que han intentado ser un aporte en la reconstrucción del tejido social de nuestro pueblo trabajador, que por fin, luego de un largo letargo, comienza a levantar cabeza. A pesar de que en la actualidad me encontraba algo alejado del trabajo social-popular que realizan diversas organizaciones comunitarias de Villa Francia, -por proyectos de índole personal-, he seguido colaborando en diversas actividades solidarias de forma regular. Es por esto que el 11 de septiembre, asistí a las actividades sociales, públicas y abiertas que fueron convocadas para conmemorar los 40 años del Golpe Militar en la población en donde vivo. Cualquier hija o hijo digno del pueblo tenía el deber moral de conmemorar a sus muertos y su legado. Las consecuencias del modelo instalado a sangre y fuego hace 40 años siguen intactas: el sistema de las AFP, el Código Laboral, la Subcontratación, el mercado de la educación, el saqueo de nuestros recursos naturales y un largo e interminable etcétera.
Por último, no quiero dejar de agradecer a quienes me han brindado su apoyo en estos difíciles momentos; en especial a mi compañera de viaje de la vida y nuestras familias. A las y los abogados de la Defensoría Popular que siempre están dispuestos ha poner lo mejor de sí para luchar desde su trinchera contra los montajes jurídico-policiales que buscan poner tras las rejas a quienes no están conformes con el funcionamiento de esta injusta y desigual sociedad. A las organizaciones sociales, populares y comunitarias de Villa Francia y la aledaña Población Robert Kennedy. A los vecinos, pobladores y pobladoras humildes y sencillos pero con un alto sentido de la solidaridad que me han apoyado incondicionalmente, en particular a las y los cristianos de base de las comunidades de Villa Francia y Robert Kennedy. A las y los amigos, compañeras y compañeros de trabajo en la fábrica, y a todos aquellos que se han comunicado de una u otra forma para darme ánimos y hacer más amena mi situación.
¡Abajo los montajes jurídico-policiales!
¡Arriba las y los que Luchan!
Mauricio Soto, actualmente recluido en mi hogar en Villa Francia
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